A final de año, también por
trabajo, tuve que irme 10 días a Bangladesh. Os cuento en este primer post,algunas de las cosas que más me llamaron la atención, por no hacerlo demasiado largo.
¡Ooooh, qué suerte! ¡Cuánto
viajas! Me decían muchos. A la vez que
otros me comentaban el horror que les daba, lo lejos que estaba y de nuevo que
cómo iba a hacer con los niños, si los llevaba con los abuelos……¡¡QUE TIENEN
PADRE!! Y uno estupendo además.
Esta era mi primera vez en Bangladesh,
y tenía mucha curiosidad. Por el mundo laboral en el que me muevo, bastante
gente de la conozco me había hablado del país, y además gente que ha viajado muchísimo,
así que podía contrastar y hablar con conocimiento de causa. Unánime opinión:
lo peor de lo peor.
La verdad es que me fui con esa
idea de fondo, pero imaginando que lo que me iba a encontrar era una especie de idílico lugar, como las imágenes
de India que nos ponen en las revistas de viajes y en la tv. Evidentemente,
tampoco he estado en India.
Pues bien. El viaje comienza con
un vuelo a Doha, en el que en el asiento de atrás va sentado un
hombre que no deja de gritar que alguien le ayude, que él (literal) no ser
malo, solo robar, no asesino. Es un deportado al que rodean dos policías y va
esposado. Pues sí que empezamos bien…..nudo estomacal, por el hombre y por (egoísta total) pensar que tengo 6 horas de vuelo por delante y esa cantinela. Pero cuando
despega el avión, voilá, el hombre ha desaparecido.
Doha airport…..la definición es
a-co-jo-nan-te.
De nuevo a volar. Llegamos a
Dhaka.
Inspiro fuerte para darme fuerza
nada más llegar al aeropuerto. Y
aprovecho para poneros en antecedentes: Bangladesh tiene aproximadamente la
superficie de Andalucía, pero en ese espacio viven 160 millones de personas.
Casi nada. Yo no voy a conciertos porque me agobio con tanta gente, así que salir
a la calle, en medio de chopocientos individuos, toda una operación de
autocontrol.
La foto de mi perfil de blogger está hecha en la puerta del hotel. Seguridad privada armada en todas partes. La gente súper amable, muy sonrientes.
La calle……no sé cómo explicaros. No hay acera.
Hay....algo. Trozos de cosas, cascotes. y gente. Muchísima gente. Un agobio de morirse. Todo en coche, claro, porque no se puede ir andando a ninguna parte, porque sólo hay espacio para los coches, para los millones de coches. Todos pegaditos....uno detrás de otro. Tardamos cada día 2 horas mínimo en hacer el trayecto del hotel a nuestro destino. Distancia recorrida.....30 km. ¿Alternativas? no hay.
Paramos en una gasolinera.....y lo que ponen como combustible en los coches es gas, nada de gasolina.
Por el camino: muchas construcciones de edificios. No hay andamios, sólo una especie de palos tipo bambú, muy largos. Y qué decir de los cascos y otros equipos de protección para los trabajadores.....cerito.
Mucha gente, sobre todo mujeres y niños pequeños, sentados en la calle golpeando una especie de ladrillos....
La gente me mira cuando entro en los sitios o en la calle. Soy una mujer en medio de una mayoría de hombres. Llevo pantalones. El pelo descubierto.
Continuará.....